martes, 29 de diciembre de 2009

Lucy in the sky

-¿Desde cuando te gusta que te llamen Lucy?
-¿A mi? Desde nunca… En fin, es la versión de mi misma que menos me gusta.
-Entonces ¿a qué viene el nombre de usuario del blog?
-Ah, eso… Es una canción de los Beatles.
-Ya, eso me lo puedo imaginar. Pero tú nunca has sido una gran fan de los Beatles.
-No lo soy… verás, mi mejor amigo cuando era pequeña me llamaba así, “Lucy in the sky”. Iba siempre todo seguido y a veces me cantaba la cancioncilla entera: Lucy in the sky with diamonds... Yo no había oído la canción en la vida, y creo que él tampoco, pero debió de escucharla en algún sitio, alguien la cantaría y él se acordaría de mí… y con ella me quedé. Tanto me marcó que así fue como le firmé la escayola cuando se rompió el brazo en 4º de primaria.
-¿O sea que a partir de ahora te puedo llamar Lucy?
-Creo que él es el único que me llama así sin molestarme… Tampoco es que yo le haya dicho nunca que me molesta, la verdad. Y lo curioso es que luego oí la canción y no es ni siquiera una de mis favoritas de los Beatles.
-Pues hija, no lo entiendo.
-Ya, yo tampoco. Son esas particularidades que surgen cuando conoces a alguien desde los 4 años.

domingo, 20 de diciembre de 2009

Amor de tortuga

Enamorarse en inglés, para el que no lo sepa, es to fall in love, lo que, traducido literalmente, queda como caer en el amor. Y eso es lo que hacemos al enamorarnos: caer. Caer en una trampa, en un agujero… Simplemente caer. Y nos quedamos tendidos en el suelo, sin poder levantarnos. Como cuando una pobre tortuga se queda boca arriba, que no puede incorporarse, ni darse la vuelta por si sola. Necesitamos ayuda, o nos pasaremos un buen rato ahí, intentando inútilmente levantarnos, dando patadas al aire y esforzándonos por lograr lo imposible.
¿Por qué, entonces, dicen que el amor es el mejor sentimiento del mundo? Bueno, porque cuando te caes acompañado la cosa cambia. De estar tirado sólo boca arriba de forma patética pasas a estar junto a otra tortuguita… y al miraros los dos, ambos tumbados boca arriba, os reís, el uno del otro y el otro del uno, con risas de complicidad y alegría. Eso es lo bonito. Reírse de uno mismo y caer de la mano de otra persona. Enamorarse, cuando es cosa de dos, es fabuloso. Cuando sólo le pasa a uno, ya no tanto. No es agradable sentirse sólo y ridículo en el suelo, ni ver a otro boca arriba sabiendo que eres tú quien le impide levantarse, o, y esto si que duele, creer que estas tirado boca arriba con alguien…pero el otro no quiere estar ahí, o en realidad se ríe mas de ti que contigo.

Eso somos, creo yo, tortuguitas que se caen, a veces acompañadas, a veces solas. A veces la caída duele, o, incluso, algunos se rompen en caparazón de formas casi irreparables. Pero no podemos negar que el momento de estar en el suelo, tirados, riéndonos de nosotros mismos, es una de las mejores sensaciones del mundo. A veces merece la pena caer.

domingo, 13 de diciembre de 2009

Protagonistas

-¡Jo, a veces me gustaría vivir en una película! Con esos protagonistas perfectos y esos finales felices… Incluso los finales tristes quedan poéticos, y no patéticos.
-Pero, alma de cántaro, ¿no te das cuenta de que cada uno es protagonista de su propia película?
-No te pongas profundo… Yo, como mucho, sería secundaria en una serie de televisión. De esas que están para rellenar y que tienen una frase cada 3 capítulos. No creo que mi vida de para más.
-Ya. Seguro que Julieta pensaba lo mismo justo antes de conocer a Romeo…

martes, 8 de diciembre de 2009

Fuimos, apenas somos y tal vez no seremos nunca.

Es curioso.
En su momento no le contó nada de lo que sentía por él porque había una posibilidad de que no se lo tomara bien, de que se distanciaran. Podía ser que su relación se enfriara, que dejasen de ser ellos mismos y pasaran a ser desconocidos, que no hablasen como lo hacían hasta entonces y que no se rieran de las mismas cosas. Así que enterró cualquier sentimiento que pudiera albergar e intentó seguir adelante.
Y ahora se da cuenta de que habría dado igual, porque ya no se ven, apenas hablan y desde luego que su relación ya no es la que era. Podría haberle confesado todo y haberse liberado y quitado un peso de encima, porque igualmente habrían dejado de ser amigos, compañeros, confidentes, o lo que quiera que fueran o hubieran sido. Hablaban, si, pero ya no era como antes, ni mucho menos.
Tal vez aquello fue un aviso. Cuando ella empezó a separarse de él por no sentir nada más empezó a provocar el final. O tal vez fue él al notarla rara. O tal vez fue, simplemente, porque la vida es así, y hace que la gente entre y salga de tu vida, sin más. Habían sido el apoyo del otro durante un tiempo… y por lo visto eso había sido todo, y nadie había tenido la culpa. O si, quien sabe. Al fin y al cabo, ¿somos nosotros quienes elegimos los que pueden formar parte de nuestra vida, o, como mucho, podemos acercarnos o alejarnos dentro de unos límites que se nos ofrecen?

Ellos, desde luego, ya no eran los de antes. Y puede que nunca lo volvieran a ser.
Y lo más complicado era que Claudia no estaba segura ni siquiera de si le echaba de menos… o apenas notaba su ausencia.

jueves, 3 de diciembre de 2009

Promesas imposibles

Él le prometió la Luna y el Sol. Le prometió que brillaría más que las estrellas y que la querría como nunca jamás se había querido a nadie. Le juró amor eterno, y le dijo que, pasara lo que pasase, siempre estaría a su lado.

Y al final se quedó sólo por prometer lo imposible.

miércoles, 25 de noviembre de 2009

Preparativos

Sobre la cama había ropa revuelta y una maleta a medio hacer. Llevaba semanas preparando el viaje y no estaba segura de tenerlo todo listo.
Llenó la maleta, hizo el neceser. Dedicó una tarde a cada uno de sus amigos. Cogió fotos, recuerdos, libros y cd’s. Todo lo necesario para no echar de menos su casa. Organizo una última noche familiar. Compró cuadernos nuevos y limpios que llenar con sus futuros apuntes, para lo que también se compró un buen puñado de bolis de colores.
Hizo los trámites bancarios necesarios, los del móvil, se aseguró de que no había problemas con la beca y comprobó el billete y la fecha de salida mil veces al día, pero sabía que se le olvidaba algo.

Salió de casa. Cerró con llave. Había dejado una copia a su vecina y otra a su madre. Repasó la lista una y otra vez, pero nada. Algo se le estaba olvidando, y era incapaz de saber qué era eso que se dejaba en tierra. Llevaba el pasaporte, el dni en regla, facturó lo necesario y no tuvo problemas con el equipaje de mano. Había cambiado dinero en el banco hacía unas semanas, tenía el permiso de residencia ya impreso y llevaba el mp3 cargado para las 8 horas de vuelo. Pero… ¿qué era? ¿Qué…?

El avión despegó y, en su asiento junto a la ventanilla, Eva contempló la ciudad desde el aire. Sucia, ruidosa, llena de gente y de polución, pero, al fin y al cabo, su ciudad.
Y se dio cuenta.
Un año en Nueva York era un sueño hecho realidad. Llevaba meses preparándolo y le hacía muchísima ilusión. Su futuro y su mente ya estaban en la capital del mundo, pero su corazón… se lo había dejado en Madrid.

sábado, 21 de noviembre de 2009

Gominolas para el alma

Ana respiró hondo. Tenía que tranquilizarse, tenía que mantener la calma. Pero, ¿cómo lograrlo? ¿Cómo mantenerse calmada después de que la persona en quien mas confiaba le hubiese dicho que se acababa, que nunca había significado nada? Después de haberle visto tan cariñoso con otra 24 horas después de haberla dejado a ella…

Oyó pasos por el pasillo y aguantó un sollozo. No quería que nadie supiera que estaba allí, no quería que la oyeran o la vieran en ese estado, y mucho menos quería tener que contar lo que había pasado, porque cuando dices ese tipo de cosas en voz alta, de golpe, pasan a ser aún más reales.
Quienquiera que estuviera caminado fuera se detuvo justo frente a la puerta de la habitación y dio unos golpecitos. Ana veía la sombra de dos piernas por debajo de la puerta, pero seguía sin decir nada. La habitación estaba a oscuras, y ella había cerrado por dentro.
De nuevo, tres golpes. Ana se encogió más en el sofá y hundió la cara entre las rodillas, deseando que esa persona se diera por vencida. Pero no fue así.
-¿Ana? Venga enana, que sé que estás ahí…

¿Cómo narices sala había encontrado? Bueno, al fin y al cabo era Raúl, la conocía aun mejor de lo que se conocía ella misma. Pero daba igual, no iba a contestar. No quería ver a nadie, ni siquiera a él. No quería hablar, y menos aún con las pintas que debía de tener después de varias horas metida en un cuarto a oscuras.
-Venga… Sé lo que ha pasado. Sé lo que te ha hecho. Déjame entrar, anda, no pases por esto tú sola.
Silencio. Por toda respuesta Ana se tapó con la manta y le pidió perdón en silencio por estar ignorándole.
-Ana, venga, si traigo chocolate. Y gominolas. Y le he robado una tarrina de helado a mi hermana y me matará si se entera. Pero al menos la muerte será menos dolorosa si sabe que la he robado por una buena causa y no he dejado que se deshaga golpeando una puerta en mitad de un pasillo…
En su pequeño refugio, Ana esbozó una sonrisa. Raúl siempre sabía como hacerla reír.
-Sé que estás ahí, te oigo sonreír. Esos hoyuelos tienen un sonido característico que no puedes ocultar.
Envuelta en la manta y entornando los ojos por la avalancha de luz, Ana abrió un poco la puerta.
-Mmmh… ¿De qué es el helado?
-Déjame ver… Dulce de leche.
-A tu hermana no le gusta el dulce de leche.
-Vaya… ¿Será que no era de mi hermana? Pues entonces el chico que me lo ha vendido hace 10 minutos me ha engañado…
Ana volvió a sonreír y se hizo a un lado para dejarle entrar. La habitación seguía a oscuras, lo único que la iluminaba era la luz que entraba tras las cortinas y por la rendija de la puerta.

-¿Por dónde empezamos? ¿Chocolate? ¿Helado?- Ana le miró con cara de indiferencia.- Es que no se si las mujeres seguís algún ritual concreto con esto de la superación de la depresión en base a la comida o da igual el orden.
Ana soltó una carcajada y le lanzó un cojín, mientras sacaba la tableta de chocolate de la bolsa.

Se quedaron un rato así, en silencio, solo sentados el uno junto al otro comiendo chocolate y ositos de gominola. Hasta que ella rompió el hielo.
-No… ¿No me lo vas a decir?
-¿Él qué?
-“Ya te lo dije”; “tenias que haberme escuchado”; “nunca me haces caso” “el año y medio que te saco en sabiduría debería servirte de guía”; bla bla bla…
-No voy a regañarte por eso. Tú no has tenido la culpa, ese tío era un gilipollas. Tú te mereces algo mucho mejor que un engreído que piensa que puede dejarte marchar. Me pongo de mala leche con pensar en cómo se ha portado.
-Vaya. Gracias… creo.
-No, en serio. Es que hay que ser muy imbecil para pensar que va a encontrar a alguien mejor que tú.
-Pues, por lo visto, ya la ha encontrado. Estaban ahí, en la puerta…
-No te equivoques. Él cree que ha encontrado a alguien mejor que tú, pero eso es imposible. Tú eres única, enana.

Ana se recostó sobre su hombro y se dejo abrazar, sintiéndose mejor por momentos.
Le encantaba cuando la llamaba así. Daba igual que lo usara para vacilarla o para tratarla con cariño, que se enfadaran o que estuvieran con otros, en el fondo ella sabía que siempre sería su enana.
Los dos lo sabían.

jueves, 12 de noviembre de 2009

Absurdos detalles

Marcos llegó de la oficina cansado, como siempre. Al dirigirse a su cuarto escuchó mucho ruido en la habitación de Elena. Era extraño, entre semana ella solía pasarse en el despacho muchas más horas de las recomendables. Abrió la puerta, se asomó desde el pasillo y se la encontró saltando sobre la cama. No debía hacer eso, ya tenía una edad como para estar dando brincos sobre el colchón. Aunque, a decir verdad, llevaba días comportándose de forma muy extraña. Hacía cosas poco propias de ella: le echaba dos azucarillos al café, sonreía al saludar por las mañanas, había añadido un toque de color a su vestuario, se acostaba más tarde y, últimamente, empleaba más tiempo en escuchar música y leer que en acabar proyectos en su despacho.
Se quedó mirándola desde el marco de la puerta, con expresión intrigada y reprochadora.
-¿Se puede saber que estás haciendo?
Elena paró un momento de saltar y se sentó sobre la cama. Llevaba el pelo rubio revuelto y la cara algo roja, aunque sonreía de oreja a oreja.
-Ser feliz, para variar. Deberías probarlo de vez en cuando.

Marcos siguió su camino por el pasillo y se metió en su cuarto. Su compañera de piso estaba realmente extraña. ¿Ser feliz? Por favor, ni que la felicidad se encontrara en los absurdos detalles en los que ella buscaba.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Noticias, mentiras y lasaña

-Me alegra mucho que hayas venido a cenar, hacía mucho que no hablábamos.
-Lo se, lo echaba de menos… Por cierto, esto te ha quedado increíble. ¿Celebramos algo?
Carol sonríe y le sirve más lasaña.
-Mmm… Si, en parte si. Tú y yo nos conocemos de hace mucho y… Bueno, quería decirte yo misma que lo mío con Arturo va en serio.
-Genial, me alegro.- Contesta Lucas. Lo que hace un año le habría salido muy falso, ahora le sale natural. Hay que ver cómo se puede perfeccionar la mentira a base de práctica.
-Asusta decirlo, pero creo que podría ser el definitivo. Es lo mejor que me ha pasado en mucho tiempo.
-¡Vaya! Pues… ya sabes. Si tú eres feliz, yo soy feliz.
Concluye Lucas, con una falsa sonrisa, mientras nota que algo se le muere por dentro.

jueves, 29 de octubre de 2009

Lógicas contradicciones

-¡Aaah! ¡Te odio!
-Me quieres.
-Una cosa no quita la otra.

domingo, 25 de octubre de 2009

Lucía

Generalmente, nadie me llama por mi nombre de pila. No es que me disguste, es que al final siempre lo acortan, o te llaman por algún mote absurdo o cariñoso. Es muy raro oír mi nombre completo.
El otro día me di cuenta de que tú cuando hablas de algo que te disgusta, cuando estás enfadado o cuando te pones serio, siempre me llamas por mi nombre, sin más. Lo metes ahí, en mitad de alguna frase, y a mi se me activa algo dentro, porque empiezo a pensar que solo tú me llamas así.
Con esto no quiero decir que mi nombre suene especial salido de tus labios, ni que me quede embobada cada vez que lo oigo, porque lo siento, pero no, esas cosas ya no me pasan… Es, simplemente, que me gusta que me llames así de vez en cuando. Aunque sólo lo hagas cuando estás algo cabreado.

Aunque, insisto (y esto no es autoconvencimiento) que no me gusta porque seas tú quien lo diga.
O eso creo…

domingo, 18 de octubre de 2009

Planes de futuro

-Y cuando piensas en el futuro y todo eso... ¿qué te gustaría ser?
-¿A mí? A mi me gustaría ser feliz. Dónde, con quien, haciendo qué... todo eso es secundario. O complementario, si lo prefieres. Lo importante es ser feliz.
Él la mira a lo ojos, da una calada a su cigarrillo y, sin bajar la mirada, responde:
-Que casualidad. Porque yo de mayor quiero hacer feliz a alguien.
Ambos sonríen.

jueves, 15 de octubre de 2009

Declaración de independencia

Sólo quería que supieras que ya no pienso en ti.
Hoy me he dado cuenta de que ya no eres lo primero en lo que pienso por las mañanas; ya no me preocupa arreglarme si sé que voy a verte; ya no me ilusiono porque hoy tengo contigo una clase.
He dejado de sonreír como una idiota cada vez que te veo a lo lejos, de fingir que no te he visto para aparentar indiferencia cuando apareces, de buscar algo sobre lo que preguntarte para forzar una conversación.
Ya no me importa cuando sales o entras, no me duele no verte y he empezado no echarte de menos.
No te busco por las noches, ni me imagino si será este finde en el que por fin te des cuenta de que yo soy ELLA, o en el que yo misma te diré lo que me pasa.
Ya no te necesito. Es triste, pero cierto.
Soy, oficialmente, independiente de ti.
Y lo más gracioso es que todo esto ha ocurrido sin que tú te dieras ni cuenta.

jueves, 8 de octubre de 2009

Sincronia

-Hola
-¡Hola! ¿Qué tal el día?
-Como siempre. ¿Tú?
-También, pero te traigo un plan que te va a alegrar el día.
-Cuéntame.
-Me he encontrado con Pablo y Sandra al salir del metro y me han contado que esta noche hacen fiesta en su casa.
-Ajam.
-Así que nos han invitado. Además, va un montón de gente de la facultad, y esos compañeros suyos que conocimos en aquel curso de verano, Jorge y…nosequien. Bueno, no me acuerdo de su nombre, pero eran muy majos, ¿no?
-Si, si.
-Así que esta noche cenamos en su casa, y luego tomaremos unas copas. ¡Oh! Y ponte elegante, que por lo visto es posible que vayamos a algún sitio de esos guays.
-Mmmh.
-No te apetece nada, ¿no?
-Pues no. Tenía pensado meter una pizza en el horno y vernos una peli.
-Menos mal, porque a mi tampoco. ¿Yo meto la pizza y tú eliges la peli?
-Perfecto.

domingo, 20 de septiembre de 2009

Happily ever now

No creo en el “para siempre”.
Escuchas las canciones y siempre hablan de amor eterno, piden que sus besos sean los últimos y proclaman al mundo que nunca habrá nadie más.
¿Quien somos nosotros para prometer algo que no esta en nuestra mano? ¿Acaso somos nosotros eternos?
Nada, absolutamente nada, es para siempre. La vida no lo es, por lo tanto todo lo que la acompaña, menos. Creo en un amor duradero, más o menos estable, creo en una vida larga y en una amistad que perdure con los años, pero no en la eternidad. Además, ¿por qué narices iba a querer alguien vivir para siempre? ¿Amar para siempre? ¿Seguir siendo igual a través del tiempo?
El momento fugaz existe para ser disfrutado, aprovechado al máximo, para que aprendamos a exprimirlo y a saber apreciar todo lo que la corta vida nos ofrece.

Si yo tuviera que prometer algo, prometería un presente feliz. Yo no hago promesas a largo plazo.

jueves, 17 de septiembre de 2009

Tus labios

Cuando haces una lista con las cualidades que tendrá tu pareja perfecta eres muy consciente de que, en realidad, es muy difícil que una persona lo reúna todo. De hecho, a la hora de elegir pareja casi nunca te paras a pensar en esa lista. La mía sólo tenía un punto: cuando conociese a la persona perfecta para mí lo sabría porque nuestros labios encajarían perfectamente. Como las piezas de un puzzle. Como si estuvieran hechos solo para adaptarse a las formas del otro.
Pero, como ya digo, nunca me paraba a pensar, en el momento del beso, si mis labios “encajaban” o no. Yo besaba, y punto.
Hasta ayer.
Hasta que me besaste. Y puede que suene cursi, y que sea lo más absurdo que has oído nunca, pero es así. No se como te sentirás tú al respecto, pero, desde ayer, yo ya no quiero besar otros labios que no sean los tuyos.

viernes, 4 de septiembre de 2009

Defectos

-No… No puedes irte. Te quiero. De verdad que te quiero. Lo que has visto no es nada, no significa nada. Para mi no hay otra, sólo tú. ¿Por qué iba a buscar a otra si tú eres perfecta? Tienes que escucharme, tú y yo tenemos que estar juntos, porque nos queremos, porque yo te quiero…

Ella le miró fijamente, totalmente inmune a sus palabras.

-Las personas no se enamoran de los defectos de otro; se enamoran a pesar de ellos. Que me digas que para ti soy perfecta no es un cumplido, ni mucho menos, porque significa que no ves mis defectos, por lo que, en realidad, no puedes estar enamorado de mí.

Y él se quedó allí con cara de tonto y la palabra en la boca. Aunque, en realidad, no había más que decir.

lunes, 31 de agosto de 2009

Pon una Celia en tu vida

-Después de estar todo el verano viendo Las Chicas Gilmore y de empezar con How I met your mother, tengo que decir que quiero ser como Lorelai. Y que Barney es Dios. Y que quiero un hombre como Ted.
-Tía ¿por qué no naciste hombre? Porque después de lo que has dicho te juro que me casaría contigo y todo.



Dialogo 100% real.

domingo, 16 de agosto de 2009

-Entonces, ¿te lo estás pasando bien?
-Si, pero te echo de menos.
-Yo a ti también, pero sólo nos quedan tres días para vernos.
-Menos, nos quedan 57 horas.
-¡Madre mía! ¿Las has contado?
-Llevo contando desde que te fuiste.

domingo, 2 de agosto de 2009

Lo que sé de Julieta

Al entrar en casa se encontró a Julieta en el salón, con una gran maleta. La miró sin poder creérselo, ¿qué narices estaba pasando?

-¿Se puede saber que haces?

Julieta le miró a los ojos. No esperaba verle, pero ahí estaba, y ahora tenía que afrontarlo. Estaba guapísimo, y le miraba con esos ojos verdes que la habían conquistado hacía unas semanas. Pensó que lo mejor era atajar e ir al grano.

-Me has enseñado tanto, ¡tanto! He aprendido en 3 semanas más que en casi toda mi vida. Y por eso no puedo pedirte más. Y sé que eso te alivia. Ambos sabemos que no funcionaría, que yo me volvería loca pensando a cada minuto lo que estarías haciendo y tú pasarías la mayoría del tiempo intentando ser alguien que no eres. A veces es mejor que quede un buen sabor de boca, que hayamos disfrutado un poco del pastel antes de haber podido empacharnos. No tienes que decir nada, no quiero saber lo que piensas. Porque, si estás como yo, me sentiré fatal al irme. Pero será peor si no lo estás, porque sólo habré hecho el ridículo. Así que dejémoslo en un simple “adiós”. Un “hasta luego”, si prefieres. No voy a hacer una escena, sé donde está la puerta.

Cogió sus cosas y se dirigió corriendo a la puerta, pero algo al detuvo. Él la detuvo.

-No. No voy a despedirme de ti, porque la sólo idea de no volver a verte me mata. Puede que tengas razón, que todo lo que hayas dicho sea cierto. ¿Y qué? ¿Vamos a dejar de intentarlo por el hecho de que no tiene buena pinta? La Julieta que yo conozco no es así, la Julieta que conocí en aquel café se arriesga y se juega por lo que quiere.
-Tú no conoces a la verdadera Julieta. No me conoces.
-¿Eso crees? Bueno, quizás es cierto, no te conozco del todo. Pero sé algunas cosas sobre ti. Sé que te gusta el helado de limón, pero que siempre lo pides del sabor que está sin estrenar, para que no haya ninguno intacto en el escaparate. Que odias el calor, y que siempre tienes los pies fríos. Sé que haces fotos a las cosa cuando crees que nadie te mira, a cosas insignificantes, como estanterías vacías o bolis tirados por una mesa, porque en realidad estás haciendo la foto de un momento concreto, o eso crees tú. Sé que te gusta acostarte tarde y quedarte en la cama hasta la hora de comer; que ordenas tus cd’s por orden alfabético y los libros por el orden en que te los has leído. Sé que te gusta salir de noche, que nunca vistes de rosa y que, aunque te las das de chica culta y moderna, tus películas favoritas son las comedias románticas tontas. Y sé que no quieres salir por esa puerta, que no quieres irte. Sé que quieres luchar por esto, sé que quieres quedarte conmigo. El problema es que eres tú la que no sabe todo eso, o crees no saberlo. Pero, dentro de ti, sabes que me quieres, como yo lo sé y como yo te quiero. Y si algo de todo lo que he dicho es mentira, entonces sí, vete. Pero sabrás que cometerás un error.

Julieta se mantuvo inmóvil, frente a la puerta. Le daba la espalda, así que él no podía ver esa lágrima que le asomaba por el ojo. Soltó la maleta, se dio media vuelta y le miró. Le pareció mucho más guapo que hacía tan sólo un minuto, por imposible que eso fuera.

-Creo que sólo puedo igualar semejante discurso con esto.

Y corrió hacia él y le besó. Le dio el primero de muchos besos, de muchas tardes y de muchos más secretos y risas que relataban una gran lucha por salir adelante. Una lucha que quién sabe si ganarán. Lo importante es que, cada mañana, siguen creyendo y siguen luchando.

miércoles, 22 de julio de 2009

La penúltima

Habían quedado a tomar un café, como amigos. Porque eso es lo que eran. Amigos. Lo que se habían propuesto ser. Porque tenían que demostrar que ellos estaban por encima de los demás, por encima de una ruptura. Aunque, en realidad, ¿por qué habían roto? Ya nadie lo recordaba. Ninguno de los dos sabía darle respuesta a esa pregunta. De hecho, ni siquiera sabían decir quien de los dos había cortado.
Y allí estaban ellos, intentando hablar de cosas banales, tratándose como si no fueran lo que son: ex novios, ex amantes, ex confidentes y ex compañero de viajes. Demasiadas cosas para tener que aparentar. Y, sin embargo, ahí estaban.

-¿Sabes? Te sonará absurdo, pero el otro día vi una película y me acordé de ti.
-¡Vaya! ¿Y eso es algo bueno o malo?
-No, verás, los protagonistas se daban “una ultima noche”. Una noche de despedida. Y, me di cuenta de que tú y yo no habíamos tenido eso. Sé que parece absurdo comentarlo ahora, pero… no sé. Creo que algo tan bonito como lo que tuvimos se merece un buen final. Algo que podamos recordar con cariño, ¿qué me dices?

Ya está. Lo había dicho. Había lanzado la invitación. La había dejado lentamente sobre la mesa, y ahora a ella le tocaba aceptarla o rechazarla. Y él tenía que poner la misma cara indiferente ante cualquiera de las dos opciones.

-¿Un última noche, eh? Parece una tontería pero yo también lo había pensado. Ya sabes, todas esas cosas de “si la última vez que te besé hubiera sabido que iba a ser la última…” Nosotros no tuvimos una última vez. Ni un último beso. Somos amigos y somos adultos. Y ya lo hemos hecho antes. Creo que… bueno, podría funcionar. Y estaría incluso bien. Pero habrá que poner normas.
-Normas. Si por supuesto. Para empezar, hablamos de UNA sola vez.
-Desde luego, nada de ñoñerias ni romanticismos. Y no vale echarlo en cara más adelante. Ocurrirá y sólo nosotros lo sabremos, y haremos como si nunca hubiera pasado.
-Perfecto. Estoy de acuerdo.
-Yo también.

Se acaban el café, y se van a casa de uno de los dos, el que vive más cerca, por eso de querer aparentar que todo es casual, y que, en realidad, no hay mucho interés en ello. Se besan, se aman y, una vez acabado, se despiden.

Y así quedan los dos solos, callados, con millones de cosas en la cabeza que no se han atrevido a decir. Que se quieren. Que se echan de menos. Que no son amigos, ni lo serán nunca, por mucho que quieran aparentarlo. Que no quieren una última noche, sino un millón, un millón y una de últimos besos.
Pero no lo dicen, ninguno de los dos. Porque no era el momento. Ni era lo apropiado. Y porque, además, iba en contra de las reglas.

martes, 30 de junio de 2009

4 de Mayo

Hay veces que no entiendo al género humano. Que realmente me cuesta comprender qué lleva a las personas a cometer ciertos actos. ¿Por qué hay gente adicta al sufrimiento ajeno? ¿Cómo se puede vivir sabiendo que hay alguien herido por tu culpa, que, a lo mejor, no duerme o no come? ¿Qué tienen en la cabeza esas personas?

Hoy ha sido un día raro. Y no en el mejor sentido de la palabra. Hoy he comprobado hasta donde llega la ceguera, el egoísmo, el egocentrismo y la maldad. La maldad de una persona que ha perdido el norte, una persona cegada por el odio, por la ira, por no aceptar lo que hay, y no querer reconocer que si está donde está es porque él se lo ha buscado.
Sé quien eres, sé lo que haces y realmente me da igual cualquier cosa que puedas o quieras decirme. Yo SOY FÉLIZ, y los de mi alrededor también. Y éso, querido mío, es algo que no vas a poder cambiar ni con mentiras ni con comentarios hirientes o malintencionados.
Vive y deja vivir.

lunes, 22 de junio de 2009

El problema de Claudia

Claudia tiene un problema. Un problema de difícil solución, y que no sería un problema si no se lo planteara como tal, pero no puede evitarlo.
Claudia es de esa clase de personas que se enamora a la primera. No necesita una cena con velas, ni mil detalles románticos. Ni siquiera necesita que intenten conquistarla. Para ella el amor es blanco o negro. No conoce grados, ni fases, ni le suena el estar “empezando a sentir algo”. Claudia se enamora cuando la hacen reír. Cuando la miran con cariño. Y no se enamora de cualquier forma. Claudia se obsesiona, se le nubla el pensamiento y dedica las horas a pensar en esa persona. Da igual que le haya visto dos veces o treinta. Si ya se ha colgado, es tarde para intentar evitarlo.
A veces, la mayoría de ellas, el estado es sólo pasajero. Cuando el contacto no es muy frecuente, Claudia se olvida de su objetivo actual y se fija otro nuevo. Pero, cuando la persona siempre está presente, Claudia sabe que no tiene escapatoria, que sufrirá y se enamorará perdidamente, que perderá el norte y que hará un millón y medio de tonterías, estará horas con la mirada perdida y contestará muchísimos “nadas” cuando le pregunten qué le pasa.
Pero, al fin y al cabo, esa es Claudia. Una boba enamoradiza. Y la verdad, viendo como está el mundo, su mayor problema tampoco es tan grave. Es, más bien, preocupante.

domingo, 14 de junio de 2009

Pros y contras

-He hecho una lista de pros y contras para ver si me cambio o no de turno.
-Espero estar en ella.
-Por supuesto. Estás aquí, en los pros: si me cambio de turno dejaré de ver a Carlos todos los días.
-Ah, ya veo. ¿Asi que si te quedas por la mañana verme es más bien un problema?
-Y de los grandes.

sábado, 13 de junio de 2009

Nuevo blog

Hoy no hay un relato corto, sino muchos.
Os dejo el enlace de un nuevo blog, en el que participaré de vez en cuando. En él, cualquiera puede publicar relatos cortos.Si quereis colaborar decidlo y os mandarán una invitación.
Dejo el enlace permanente en el lateral, donde podreis ver las ultimas novedades y relatos. Ya me direis que os parece.

lunes, 8 de junio de 2009

Secretos

Todos tenemos secretos. Secretos grandes, secretos pequeños, secretos privados y secretos a voces. Todos sabemos secretos demasiado importantes para contarlos, pero demasiado jugosos para callarlos.
¿Cuánto viven los secretos? Porque, antes o después, todos mueren. Pasan de ser confesiones privadas a tema de conversación público. Y, cuanto mayor es su importancia, antes caducan.

“Yo te guardo el secreto”.
“No se lo diremos a nadie”.
Mentira. Al final todo se sabe, al final la verdad siempre sale a la luz. Alguien se va de la lengua y da lugar a una pequeña pelotita que se convertirá en una gran bola de nieve, de esas que lo arrasan todo a su paso.

Andad con cuidado. No os escudéis en secretos ni viváis en la mentira, por pequeña e inofensiva que os parezca. Porque lo peor de los secretos son los daños colaterales.

jueves, 4 de junio de 2009

Una de esas noches

Leo se apoyó en la barra, cansada de tanto esperar. Increíble, aquella noche era invisible hasta para el camarero. A este paso iba a tener que subirse a la barra y bailar algo para que la hicieran caso…
O tal vez no.
De pronto, una mano se posó en su cintura. Pero ella no se asustó. Llevaba toda la noche esperándolo. Y, en vez de darse la vuelta y mirarle, se quedó inmóvil para que él tuviera que acercarse.
-¿Qué tomas?
-Nada especial. Sólo quería una cerveza.
-Que sean 2, invito yo.
-Pues gracias. Y suerte, igual a ti te ve en camarero.
Mario se acercó a la barra, pero su mano seguía en la cintura de Leo.
-¿Te molesta?

"¿Molestarme?" Pensó ella. "Estoy casi en el cielo…"

-No, no, no. Tranquilo.
-Es por si te caes. En fin, ya conozco esa costumbre tuya de acabar por los suelos junto a las barras de los bares…
-Dios mío, matas un perro y te llaman mataperros.
-¡Ja ja ja!- Leo se perdió en su sonrisa, no podía creer que, por fin, estuviera pasando.- Tranquila, que hoy estoy yo aquí.
-Ya, ¿y?
-Si veo intentos arrojadizos, te agarraré con fuerzas.
-Se mantenerme de pie solita, no te creas.

Mario la miraba desde la picardía de sus ojos verdes. Y ella sabía que estaba a punto de pasar, se notaba. Hubiera jurado que, si alguien estuviera mirando, estaría esperando un beso, igual que lo esperaba ella. O no tanto, porque ella sabía que quería besarle desde que le conoció, hacia ya… ¿Cuánto era? No lo sabía. No se acordaba. Y, en realidad, no le importaba. El tiempo esperado iba a dar igual cuando se besaran. Porque se iban a besar, ¿no?

-Ahí están las cervezas. Ay, rubia, si es que hay que tener un poco de paciencia para que te atiendan como es debido.

Mierda. Mierda mierda mierda. El momento se había roto. Ya está. No podría volver a lograrlo, no podría volver a crear el ambiente perfecto. Maldito camarero, siempre inoportuno. Miró en dirección opuesta a la barra para no verle, y, entonces…ella. No podía ser. Al moverse él para coger las cervezas, Leo pudo ver unos ojos, al fondo, que la miraban con asco. Y con rabia. Pero, sobre todo, con celos.
Y entonces lo entendió. Era demasiado bonito para ser cierto. ¿Por qué alguien como él se iba a acercar a ella y a invitarla a una copa, cuando diariamente casi ni se hablaban? Era una simple cuestión estratégica. Era sólo un comodín, el puente hacia la reconciliación con esa bruja que la miraba desde el fondo, a punto de estallar en llamas.
Hay noches que una debería quedarse en casa.

-Aquí tienes la tuya. Chin chin.
-Ya, si. Te la puedes quedar.- Leo apartó la mano de Mario de su cintura e intentó abrirse paso entre la multitud.
-¿Qué pasa?
-¿Qué te crees? ¿Que soy idiota? La he visto, no estoy ciega. Te has acercado a mí y me has usado como excusa para darle celos.

Salió disparada, pero él la agarró por el brazo.

-En realidad, he usado los celos contra ella como excusa para acercarme a ti. Son cosas totalmente opuestas.

Hay noches que una debería quedarse en casa.
Pero, desde luego, esta no era una de esas noches.

jueves, 28 de mayo de 2009

Terapia de chocolate

-Bien, punto uno: deja de salir con chicas con nombres de tío.
-¿Perdona?
-Alex, Chus…
-Leo…
-Exacto, tenemos que corregir esa afición por lo masculino antes de que te enamores irremediablemente de mí.
-Tarde.
-Muy gracioso. Oye, a ver si vas a tener un lado gay reprimido…
-Lo dudo. Me gustan las mujeres más que el chocolate.
-Imposible. No hay nada mejor que el chocolate. Yo sería incapaz de hacer esa afirmación.
-Porque aún no has probado a un hombre de verdad.
-¿Los hombres de verdad saben a chocolate?
-Desde luego. Cuando quieras comprobarlo no tienes más que darme un bocado.
-Pues, ahora que lo dices, me está entrando hambre…

miércoles, 6 de mayo de 2009

Gestos

Había perdido la noción del tiempo. No sabía cuanto tiempo llevaba escondida, sollozando en silencio. No quería que nadie la viera, no quería romper a llorar explicando que ni siquiera ella sabía qué le pasaba.

Se lavó la cara, respiró hondo. Una más. Sólo una hora más y se podría ir a casa.
Se asomó al pasillo. No había nadie. Si nadie la veía salir de allí podría justificar sus ojos rojos por la alergia a la cantidad de polen que había en la calle. Pero al salir del baño le vio de frente. No podía mentir. Estaba delante, la veía con la cara hinchada y los ojos rojos, y ella no tenía justificación.
Tomó aire y se preparó para la tanda de preguntas.

Pero, en vez de eso, él la abrazo. Con todas sus fuerzas, con todo su amor. Y la calmó. Le frotó la espalda, le besó la frente y siguió su camino.

No lloró más en todo el día.
Y, aunque no hablaron nunca más de ese encuentro, desde ese día cuando él sonríe, algo dentro de Claudia se calma.

domingo, 3 de mayo de 2009

Mamá

Hace unos días me hicieron una simple pregunta:
“¿Qué recuerdos tienes de tu madre de cuando eras pequeña? Va, elígeme sólo cinco.”
Cinco. Sólo cinco. Pues bien, en ese momento no fui capaz de tener un solo recuerdo exclusivo de mi madre. Y es que, en realidad, de cuando era pequeña relaciono a mi madre con sensaciones, con experiencias generales, pero no con recuerdos completos. Y, al principio, esta sensación de no tener nada de mi madre me asustó… ¿qué clase de persona no recuerda nada de su madre? ¿Acaso yo no tuve momentos, experiencias, una tierna infancia con mi madre?

Pero, si me paro a pensarlo, hay infinidad de situaciones en las que mi madre está presente. Si cierro los ojos la veo planchando las faldas de pastoras la mañana de la fiesta de Navidad; la veo haciéndome cosquillas en la cara cuando no podía dormir, quedándose conmigo un rato cuando tenía una mala noche o una pesadilla.

Recuerdo los martes, que era la noche del pescado, pero, para compensar, mi madre se inventó que era el día de la semana que podíamos ver una película, y con eso mi hermana y yo nos olvidábamos de lo demás; cuando nos perseguía con la cámara de video y, cada vez que empezaba a grabar, nos pedía que dijésemos la fecha y donde estábamos, cosa que yo decía con un tono de “que pesada eres mamá, si aparece automáticamente al grabar”, tono que sigo manteniendo; la recuerdo bailando con sus hermanas la canción de “natillas Danone” en la cocina de casa de mis tíos, mientras mis primos y yo las mirábamos alucinados, igual que la recuerdo fingiendo su propio parto saliendo de una enorme bolsa de basura en la cocina de Hoyo, usando el cable del teléfono como cordón umbilical, aunque de eso hace sólo un par de años.

Son incontables las veces que pintamos con pinturas de dedo con esas camisetas viejas; que yo jugaba con plastilina en casa mientras ella cocinaba; o las que me llevaba a la cama en brazos porque me había quedado dormida en el sofá. Pero creo que el recuerdo más importante de mi madre tiene dos dimensiones, y es una foto que mi padre me dio cuando era pequeña de ella con un pequeño pueblo detrás, y con la que yo dormía cuando mi madre no estaba y yo la echaba de menos, aunque sólo faltara una noche.

Al final me di cuenta de que, por supuesto, tengo recuerdos de mi madre. Y muchos. Porque podría seguir con un montón de situaciones, unas tiernas, otras dulces, y otras que harían las delicias de cualquier cazatalentos en busca de un nuevo cómico, y es que mi madre es sobre todo eso, muy gansa, muy risueña, muy paciente y muy cariñosa. Por supuesto también tiene un montón de cosas que no me gustan, incluso que detesto, pero lo cierto es que ahora mismo no me salen, tal vez por que no es el momento de hablar de ellas, o porque son cosas de las que sólo te das cuenta cuando ocurren.Y porque, en realidad, la mayoría, sino todos, los recuerdos que tengo de ella son positivos y alegres.

Si hoy me volvieran a hacer esa pregunta, posiblemente me quedaría de nuevo en blanco, aunque ahora se que no se debe a que no tenga recuerdos concretos, sino más bien a que tengo tantos que se bloquean unos a otros.

Gracias mamá.

jueves, 23 de abril de 2009

Tarde de café

-¿Me lo vas a contar?
- ¿El qué?
-Tú sabrás. Pero desde luego tienes algo que contarme. Si no ya me dirás qué hacemos aquí.
-Muy bonito. O sea, ¿que si te invito a un café es sólo porque necesito hablar de algo? ¿No puede ser porque me apetezca verte?
-Podría ser. Quizás me ha despistado que lleves toda la tarde con la mirada perdida, que tenga que repetírtelo todo tres veces, que tengas esa cara de no haber dormido o que lleves más de diez minutos dándole vueltas al café, que ya estará frío, por cierto.

Laura dejó el café y miró de golpe a su amiga. No podía ocultárselo, a ella no. Y, además, sino se lo contaba a alguien posiblemente acabara reventando.

-He cometido un error.
-¿De qué tipo? ¿Error tipo “la he cagado en el curro y me van a despedir”; del de “ayer bebí mucho y hice cosas que jamás habría hecho”; o más bien del tipo “he hecho algo indebido con el novio de mi mejor amiga”?
-Pues… en realidad es un poco de los tres. Es que… bueno…
Los ojos de Marta se abrieron repentinamente.
-Dime que no…
-A ver, no lo planeamos, surgió y punto. Y, para serte sincera, tampoco me arrepiento demasiado. Y tampoco es para tanto, ¿no? Al fin y al cabo lo dejaron hace unas semanas. De hecho fue ella quien le dejó, con lo que no puede decirme nada.

Marta la miraba con la boca abierta, sin saber si reprocharle su noche loca o aplaudirla por haberse dejado guiar por sus instintos por una vez.

-No se, fue… fue bonito, ¿sabes? Por raro que suene, porque íbamos algo borrachos, fue como si supiéramos que iba a pasar. Y fue tan genial…
-No hagas eso.
-¿Hacer qué?
-Poner esa cara. No te enamores de él.
-¿Cómo? ¡Ni hablar! Sólo digo que no estuvo mal. Además, eres tú la que siempre has dicho que hacíamos buena pareja y que si teníamos cachondeito, y feeling, y bla, bla, bla…
-Ay madre. Que te has enamorado de verdad.
-¡Que no!
-¡Te estás justificando! ¡Y me haces sentir culpable por algo que no he hecho yo, sino tú!
-Yo no… no me justifico… sólo digo que si pasó fue porque tenía que pasar. Y que Julia no tiene derecho a enfadarse porque ya ni eran novios ni nada. Y punto.
-Laura mírame. Mírame a los ojos y dime seriamente que no sientes absolutamente nada por él. Por favor.
-No pienso hacerlo. No tengo que demostrarte nada.
-Vale. Entonces supongo que como no fue nada se lo vas a contar a Julia, ¿no? Además, es algo que imagino que no se va a repetir…
Laura bajó la mirada de golpe.
-Porque no se va a repetir, ¿verdad?
-Hemos quedado esta tarde. ¡Pero sólo para hablar! Tenemos que aclararlo, saber bien qué pasó, ver si se lo contamos o no a Julia… quiere que sigan siendo amigos, ¿sabes? Y eso es bonito. Así que no puedes decir nada porque no sé lo que vamos a hacer.
-Te estás metiendo en un lío, lo sabes, ¿no?
-Soy mayorcita, gracias. Me voy a ir porque hemos quedado en media hora y no quiero llegar tarde. Marta por favor…
-A nadie, tranquila. Soy una tumba. Sólo una ultima pregunta.
-Una. Y me voy.
-¿Te gustó? Es decir… si pudieras volver atrás, ¿cambiarias algo de esa noche?
Laura miró a su amiga y comprendió el porqué de esa pregunta. Que capulla, siempre sabia encontrarle las cosquillas, su punto flaco, el agujerito en su muralla. Recogió el bolso y el abrigo y antes de irse añadió:
-Absolutamente nada.

Marta se acabó el café y salió a la calle. Dio un paseo y pasó por el videoclub para alquilar una película de esas de llorar hasta reventar, y luego hizo una paradita en el supermercado para llevarse una tarrina de helado de chocolate. Sabía que en menos de dos horas su mejor amiga la llamaría hecha un mar de lágrimas. Conocía perfectamente a Laura y sabía que no se lo vería venir.
Y, lo que era peor, conocía perfectamente a Jorge y sabía que no le importaría dejarla tirada. Lo sabía porque se lo había hecho a ella hacía solo 7 días. Pero esa ya era otra historia.

lunes, 20 de abril de 2009

Oidos sordos

-No sabes lo que me pasó el sábado.
Le miró, cansada de tantas historias. Oía cada mañana lo que tocaba, lo que él contara, con tal de escuchar su voz y de poder tener una excusa para mirarle durante un buen rato. Pero, en realidad, nada de lo que le contaba le interesaba lo más mínimo.
-Pues no. Ni se lo que te pasó ni me importa.
-¿perdona?
-Estoy harta. De pasarme los días escuchándote, de prestarte mis oídos y mi atención para oír absurdas batallitas de viernes por la noche. Estoy cansada de tus fantasmadas y de tus historias de faldas en las que siempre eres el más listo de la película. Pero sobre todo estoy cansada de que, haga lo que haga, ni me mires ni me escuches ni me prestes atención. ¿Qué sabes de mí? ¿Sabes lo que he hecho los últimos cuatro fines de semana? ¿Los últimos cuatro días? ¿Sabes lo que siento, si me pasa algo, o cuándo fue la última vez que tuve un mal día? No. No lo sabes. Tú no sabes nada porque nunca me escuchas, porque para ti sólo estás tú, tu vida y tus cosas. Pues búscate a otra idiota que te dore la píldora, porque yo renuncio a seguir dando sin recibir nada más que indiferencia.

-¡Claudia! ¿En que piensas?
-En que… bueno…
-Tía, en serio, no sabes lo que me ha pasado este fin de semana…

Habría sido bonito, por una vez, decir lo que sentía y haberle hecho ver que no era de cartón piedra ni estaba allí para escucharle.
Pero aquella mañana tampoco fue capaz de hacerlo.

jueves, 9 de abril de 2009

Relato subterraneo

-Bueno, ¿Cuál es el plan?
-Toma, ábrelo.
-Es un plano de metro.
-Exacto. Es nuestro horario para esta tarde. Cierra los ojos y señala un punto. Allí donde caiga tu dedo, iremos a visitarlo, por debajo y por encima. Y, cuando nos cansemos, vuelta al mapa. ¿Hay algún lugar que te apetezca visitar? ¿Alguno que no hayas visto nunca?
-Cualquiera. Nunca he visitado ninguno de esta forma…
Su dedo cayó sobre una estación del norte, línea 7. Había que hacer tres trasbordos para llegar, pero no les importó, ese era el plan.

No le sorprendió la idea. Con él era todo así: citas improvisadas, originales. No recordaba cuándo había tenido una cita normal. Aunque, en realidad, ¿qué es lo normal? ¿Lo rutinario? En tal caso se alegraba de que él estuviera por encima de eso.
Pasaron la tarde así, arriba y abajo, corriendo entre las riadas de gente, riendo entre estaciones y vagones de metro. Y en cada parada una historia, una experiencia pasada, una anécdota que contar. Fotos en el Bernabeu, besos en Cuatro Caminos y un helado en Sol. Y vuelta a perderse entre el gentío, entre la muchedumbre que llena el subterráneo de pasos y vidas comunes. Gente, gente y más gente. Aunque, en realidad, están ellos dos solos. El metro es su transporte privado, su carroza sin caballos. La ciudad, esta tarde, es sólo suya y de nadie más.

jueves, 2 de abril de 2009

Yo también te quiero

-A veces me cabrea estar enamorada de ti.
-¿Por qué?Eso demuestra que eres lista y que tienes clase y buen gusto.
-No. Como mucho demuestra que soy imbecil, que estoy ciega y que, además, me encanta sufrir...
-Eso es lo que más me gusta de tí.
-¿Mi autocrítica y falta de criterio?
-No tonta, tu sentido del humor. ¡Ah! Y yo también te quiero.

domingo, 29 de marzo de 2009

Deseo...

Dicen que si deseas algo muy intensamente, todo el universo conspira para ayudarte a conseguirlo. Pero tienes que tener muy claro lo que deseas, y ese es el problema. ¿Cómo se puede estar seguro al 100% de lo que se quiere? Yo sé lo que quiero, sé qué me gustaría conseguir y lo deseo con fuerza. Pero posiblemente no con la suficiente. Y no lo digo sólo porque a mi el universo no me ha echado una mano en ese aspecto, sino porque cuando me paro a pensarlo, muchas veces veo más cosas malas que buenas.
¿Debería arriesgarme y lanzarme al vacío? ¿Olvidar todo eso que puedo perder si me la juego y seguir adelante? Algo no cuadrará en mi deseo si realmente ni yo misma creo que sea lo que más me beneficia.
Uno debe de creer en su futuro. Deberíamos tener confianza en nosotros mismos, en nuestra capacidad para tomar decisiones y en la fuerza con la que las llevamos a cabo. Pero muchas veces pesa más el miedo. Miedo a lo que pueda pasar. Miedo al rechazo, a equivocarnos, a dejar de ser nosotros mismos. Pero sobre todo miedo a que nuestras elecciones nos hagan vivir en la mentira, a que nos fuercen a seguir con ellas a pesar de que sepamos que no somos felices con tal de no reconocer que nos hemos equivocado.
Si fuese capaz de dejar a un lado el miedo, las dudas y el orgullo, estoy segura que mis deseos serían tan fuertes que se cumplirían.
Pero ni siquiera estoy segura de querer que eso pase…

lunes, 23 de marzo de 2009

Imposibles

Hay dos cosas imposibles de realizar: forzarte a querer a alguien, y evitar hacerlo. He intentado las dos, y he fracasado con ambas.

La primera es frustrante. Conoces a la persona idónea para ti, sabes que es perfecta, sabes que es bueno, amable, que sólo te hace reír y que te entiende mejor de lo que te entiendes tu misma. Te gusta pasar tiempo con él a solas, tener bromas privadas, cosas vuestras, y sin embargo… sin embargo no puedes sentir nada más allá de una profunda admiración y amistad hacia él. Y odias la situación, porque no es justo. Y te odias a ti misma, porque sientes que no tienes derecho a quejarte si te van mal las cosas, ya que podrías ser más feliz si te esforzaras un poco mas. Si le quisieras un poco más… pero eso nunca ocurre. Y duele.

Aunque, si hay algo que duele, es evitar querer a alguien. Llevo intentando hacerlo mucho tiempo. Quizás demasiado. Mi conciencia, esa figurilla pequeña y con rizos que merodea a mí alrededor, me repite la verdad cada día y yo la callo, la ignoro, miro para otro lado, porque aceptarlo sería vivir en una tortura diaria de miradas perdidas y suspiros que no van a ninguna parte.
Pero desde hace unas semanas no se que me pasa. No se que cojones me pasa que no puedo evitar mirarle. Que me encanta verle sonreír y que se me pone cara de idiota cuando me habla. Y lo peor es que lo noto, y no puedo controlarlo. Se me escapa de las manos y no puedo evitarlo.

Por favor, si alguien conoce un remedio, que me lo diga, porque no puedo soportar más el dolor de mi corazón.

miércoles, 18 de marzo de 2009

Estoy aqui

Quise acostumbrarte a mí. Poco a poco te forcé a mis caricias, mis roces y mis arrumacos. Cada día te daba más besos, te agarraba de forma casual y me acurrucaba a ti sentándome lo más cerca posible cuando tenía ocasión. Intenté renovar mi imagen en tu cabeza, haciéndome más cercana, una chica, sin más. Pero no funcionó. Porque sigues mirándome pero no me ves. Y, aunque cada minuto que pasa es frustrante y desesperante, también es tan reconfortante y placentero que hace que merezca la pena cada esfuerzo inútil.

domingo, 15 de marzo de 2009

Nada que perder

Y, cuando no tienes nada que perder, ¿por qué tener miedo a decir lo que piensas?
¿Cómo afrontar los retos, si el resultado no importa?
¿Por qué seguir fingiendo, si las apariencias dan igual?
Cuando no tienes nada que perder ya no hay miedos, sólo silencio; no hay retos, sino oportunidades; no hay un mal camino, no hay una respuesta incorrecta, porque, hagamos lo que hagamos, ya hemos tocado fondo. Ahora sólo nos queda subir.

Si, es cierto, podemos olvidarnos del mundo y tirar todo por la borda. Pero no podemos perder la esperanza y la fe en nosotros mismos. Porque lo mejor de no tener nada que perder es que tienes todo por ganar.

lunes, 9 de marzo de 2009

Hoy

-Me amaste, me odiaste, me engañaste. Te quise y tú quisiste dejarme. No tienes derecho a volver. No puedes regresar y pensar que todo vuelve a ser igual, que cerrare los ojos y el dolor habrá desaparecido. Te fuiste, hiciste tu elección. Y no me escogiste. No digo que hicieras la opción incorrecta, pero no te puedes volver atrás. Ya no. Sufrí. Grité. Lloré. Me desgarre la garganta suplicándole al viento que te trajera. Tuve que aprender a vivir sin ti, sin corazón, sin recuerdos, sin sonrisas, con la única esperanza de que cada día fuera el último. Estaba convencida de que no podría vivir sin ti. Pero si que pude. Salí adelante. Recompuse mi corazón. Empecé a recordar sin sufrir. El mañana dejó de ser un castigo. Y, finalmente, volví a sonreír. ¿Quieres hacer algo por mí? ¿Quieres hacerme feliz? Entonces lárgate para que pueda acabar de olvidarte. Necesito no verte para conseguir que desaparezca de mi memoria el brillo de tus ojos, el tacto de tu pelo y el sonido de tu voz. Ayúdame a borrar tu mal humor matutino, tus llamadas sorpresa y tus cenas quemadas. Necesito olvidar tu olor, olvidar tus besos, tus caricias, tu sonrisa… porque si no te vas para que yo olvide me convertiré en un ser atrapado en el pasado, que vive sola con sus recuerdos y que tiene miedo a avanzar porque sabe que, para ella, no hay futuro. Necesito que te vayas…

Él la miró. Como hacía años que no la miraba. Como hacía años que no miraba a nadie: con todo el dolor y el amor de su corazón. Y ella, que no era más que una mujer enamorada, sólo pudo añadir:

-Aunque, por otro lado…

Y se abrazaron. Se perdieron entre los besos y la piel del otro. Sintiéndose como siempre. Como nunca. El pasado era triste, y el futuro incierto. Pero el presente… el presente era sólo suyo.

sábado, 7 de marzo de 2009

Pequeños placeres

"Cuando eras pequeño y te preparabas esos vasos de leche con Cola Cao, al llegar al final siempre queda chocolate al fondo, ¿te acuerdas? Me encantaba rebañarlo con la cuchara, saborear hasta la última gota. Te da una sensación de felicidad, de esa que sólo te dan los pequeños placeres. Te hacía sentir lleno y pleno.
Eso es lo que siento cuando ella sonrie."

viernes, 6 de marzo de 2009

Perspectivas

Se acercó al enorme ventanal que iluminaba la habitación. Adoraba las vistas que ofrecían los pisos altos, le gustaba mirar por al ventana y perderse en el vaivén de la ciudad, pensando en todas esas personas, diminutas como hormigas, que no la conocian, ni a ella ni a sus problemas ni preocupaciones. Y asi divagaba, daba vueltas a su complicada vida y a lo que le depararía el futuro, con la mirada perdida entre la gente.
Pero esa noche no. Esa noche era solo una chica asomada a una ventana. Sin preocupaciones. Sin problemas.
Esa noche era perfecta, y eso seguro que tempoco lo tenian todas esa hormiguitas de ahi abajo.
"Quedaos con vuestra felicidad,con vuestras risas y vuestras fiestas callejeras" dijo en un susurro, "que yo me vuelvo a la cama con mis sueños."