sábado, 21 de noviembre de 2009

Gominolas para el alma

Ana respiró hondo. Tenía que tranquilizarse, tenía que mantener la calma. Pero, ¿cómo lograrlo? ¿Cómo mantenerse calmada después de que la persona en quien mas confiaba le hubiese dicho que se acababa, que nunca había significado nada? Después de haberle visto tan cariñoso con otra 24 horas después de haberla dejado a ella…

Oyó pasos por el pasillo y aguantó un sollozo. No quería que nadie supiera que estaba allí, no quería que la oyeran o la vieran en ese estado, y mucho menos quería tener que contar lo que había pasado, porque cuando dices ese tipo de cosas en voz alta, de golpe, pasan a ser aún más reales.
Quienquiera que estuviera caminado fuera se detuvo justo frente a la puerta de la habitación y dio unos golpecitos. Ana veía la sombra de dos piernas por debajo de la puerta, pero seguía sin decir nada. La habitación estaba a oscuras, y ella había cerrado por dentro.
De nuevo, tres golpes. Ana se encogió más en el sofá y hundió la cara entre las rodillas, deseando que esa persona se diera por vencida. Pero no fue así.
-¿Ana? Venga enana, que sé que estás ahí…

¿Cómo narices sala había encontrado? Bueno, al fin y al cabo era Raúl, la conocía aun mejor de lo que se conocía ella misma. Pero daba igual, no iba a contestar. No quería ver a nadie, ni siquiera a él. No quería hablar, y menos aún con las pintas que debía de tener después de varias horas metida en un cuarto a oscuras.
-Venga… Sé lo que ha pasado. Sé lo que te ha hecho. Déjame entrar, anda, no pases por esto tú sola.
Silencio. Por toda respuesta Ana se tapó con la manta y le pidió perdón en silencio por estar ignorándole.
-Ana, venga, si traigo chocolate. Y gominolas. Y le he robado una tarrina de helado a mi hermana y me matará si se entera. Pero al menos la muerte será menos dolorosa si sabe que la he robado por una buena causa y no he dejado que se deshaga golpeando una puerta en mitad de un pasillo…
En su pequeño refugio, Ana esbozó una sonrisa. Raúl siempre sabía como hacerla reír.
-Sé que estás ahí, te oigo sonreír. Esos hoyuelos tienen un sonido característico que no puedes ocultar.
Envuelta en la manta y entornando los ojos por la avalancha de luz, Ana abrió un poco la puerta.
-Mmmh… ¿De qué es el helado?
-Déjame ver… Dulce de leche.
-A tu hermana no le gusta el dulce de leche.
-Vaya… ¿Será que no era de mi hermana? Pues entonces el chico que me lo ha vendido hace 10 minutos me ha engañado…
Ana volvió a sonreír y se hizo a un lado para dejarle entrar. La habitación seguía a oscuras, lo único que la iluminaba era la luz que entraba tras las cortinas y por la rendija de la puerta.

-¿Por dónde empezamos? ¿Chocolate? ¿Helado?- Ana le miró con cara de indiferencia.- Es que no se si las mujeres seguís algún ritual concreto con esto de la superación de la depresión en base a la comida o da igual el orden.
Ana soltó una carcajada y le lanzó un cojín, mientras sacaba la tableta de chocolate de la bolsa.

Se quedaron un rato así, en silencio, solo sentados el uno junto al otro comiendo chocolate y ositos de gominola. Hasta que ella rompió el hielo.
-No… ¿No me lo vas a decir?
-¿Él qué?
-“Ya te lo dije”; “tenias que haberme escuchado”; “nunca me haces caso” “el año y medio que te saco en sabiduría debería servirte de guía”; bla bla bla…
-No voy a regañarte por eso. Tú no has tenido la culpa, ese tío era un gilipollas. Tú te mereces algo mucho mejor que un engreído que piensa que puede dejarte marchar. Me pongo de mala leche con pensar en cómo se ha portado.
-Vaya. Gracias… creo.
-No, en serio. Es que hay que ser muy imbecil para pensar que va a encontrar a alguien mejor que tú.
-Pues, por lo visto, ya la ha encontrado. Estaban ahí, en la puerta…
-No te equivoques. Él cree que ha encontrado a alguien mejor que tú, pero eso es imposible. Tú eres única, enana.

Ana se recostó sobre su hombro y se dejo abrazar, sintiéndose mejor por momentos.
Le encantaba cuando la llamaba así. Daba igual que lo usara para vacilarla o para tratarla con cariño, que se enfadaran o que estuvieran con otros, en el fondo ella sabía que siempre sería su enana.
Los dos lo sabían.

5 comentarios:

Je m'apelle Laura dijo...

De todo corazón te digo que te dediques a la escritura. Yo compraré tu libro, te lo prometo.

Buena manera de terminar la noche(un viernes en casa estudiando porque mañana toca examen, sí sí en sábado). Así es como se hacen las cosas aquí en Áustria.

Un besito

aidanone* dijo...

Ya dije en Sobre la... que me ha encantado ^^
Escribes perfectamente genial *_*



(Pero una cosa, gilopllas va con doble l xD)

aidanone* dijo...

es que antes tenía una apariencia muy sosa, ahora está un poco más al estilo de libro antiguo
me alegra que te guste ^^

Ayelish dijo...

ÑAÑAÑAÑÑAAAA!!!

me ha encantado enserio. Viene bien leer historias tan bonitas...

Yo te digo que porfavor escribas un libro sobre estos personajillos. Te juro que te lo comparre mil veces y te hare famosa

Mientras tanto un saludo
Lish

fastgold dijo...

eres la mejor , tus historias son me encantan