Fue como una bomba. Como un golpe seco y conciso con un
martillo. Una patada en lo más hondo de mi estómago. Un pinchazo, un calambre y
un pellizco, todo a la vez. Como una bola de demolición contra mi muro de
irrealidad. Alguien dijo algo y, de pronto, la idea apareció en mi mente.
Jamás volveré a jugar a las cartas contigo.
Nunca pensé que ocho palabras pudieran doler tanto.