Quise acostumbrarte a mí. Poco a poco te forcé a mis caricias, mis roces y mis arrumacos. Cada día te daba más besos, te agarraba de forma casual y me acurrucaba a ti sentándome lo más cerca posible cuando tenía ocasión. Intenté renovar mi imagen en tu cabeza, haciéndome más cercana, una chica, sin más. Pero no funcionó. Porque sigues mirándome pero no me ves. Y, aunque cada minuto que pasa es frustrante y desesperante, también es tan reconfortante y placentero que hace que merezca la pena cada esfuerzo inútil.
2 comentarios:
estoy leyendo tus entradas antiguas y esta me ha llegado
me siento identificada al 120%
qué triste...
También me identifico con la historia, aunque no soy la parte que da los besos y caricias para que se acostumbre a mí... si no que es al revés... Soy la que mira pero no lo veo.. y él sigue siempre ahí, a mi lado..
Publicar un comentario