lunes, 31 de octubre de 2011

Calló de pronto. Se dio cuenta de que la única que hablaba era ella, y no quería resultar pesada.
-Perdona, -dijo con pudor- llevo más de 20 minutos hablando sin parar sobre mí. Lo siento.
Él le dedicó una sonrisa cálida. Cálida y sincera.
-No importa. Me gusta escucharte hablar. -Dio otra calada a su cigarrillo.- Sigue, acaba la historia. Ya hablaremos de mí luego.
Fue en ese momento en el que ella se dio cuenta de la suerte que tenía, y de lo mucho que iba a quererle.

domingo, 9 de octubre de 2011

En el armario

Martina está tapada hasta la nariz y tiene los ojos abiertos de par en par. Aunque la luz del cuarto está apagada, la de la mesilla de noche sigue iluminando parte de la habitación. A pesar de que son más de las 11, Martina no se puede dormir, y se esconde bajo el edredón sin poder apartar sus ojos verdes de las puertas del armario.
Su corazón, acelerado por el miedo, se relaja un poco al oír la puerta de la calle. Es Mamá. Saber que ella está ya allí le tranquiliza. Con ella nunca le pasará nada malo. Al ver una luz encendida, Mamá se asoma a su cuarto.
-¡Pero bueno, mira quién sigue despierta!- Dice con cariño, y se acerca a la cama. -¿Qué te pasa, cielo?
-No puedo dormir. –Susurran los labios de Martina bajo las sábanas. Su madre se sienta sobre el colchón y le acaricia el pelo.
-Con lo tarde que es… ¿has dormido siesta?- Martina niega con la cabeza. -¿Te encuentras mal? ¿Qué ha pasado?
-Tengo miedo.
Su madre sonríe y le abraza.
-Pero cariño, ¿de qué?
-De que el monstruo de la película salga del armario. –Dice la pequeña, mientras señala con la mirada las puertecitas blancas del mueble.
-¿Qué monstruo?
-Ese de la película que han visto Mario y Rober, -dice Martina, atropellando las palabras –en la que un bicho muy feo iba comiéndose a chicas y se escondía por la casa. En armarios, por ejemplo.
Mamá está que echa chispas.
-¿¡Has visto esa película con tus hermanos!?
-Sólo mientras cenábamos, luego me he ido. -Martina intenta excusarse.
-No cariño. –Mamá suaviza el tono. –No es culpa tuya. Ya hablaré yo con tus hermanos. –Le besa suavemente la frente. –Pero ese monstruo estaba en la tele. Y esto no es la tele, ¿no? ¿Por qué iba a haber nada en tu armario?
-Porque sí. En esa película tampoco se lo creían, y luego salía y se los comía. Era muy feo mamá, y yo no quiero que me pase eso…
Martina saca los brazos de debajo del edredón y abraza fuerte a Mamá. Esta le acaricia la cabeza y decide cambiar de táctica.
-¿Tú crees que lo que sale en las películas puede estar en tu armario? –Martina, con la cabeza hundida en el regazo de su madre, asiente y suelta un sollozo. –Bueno, a lo mejor es verdad. Pero, entonces, todo lo que sale en las películas puede estar en tu armario. ¿Por qué iba a salir un monstruo? Tal vez salga aquel conejo de la película que viste con la abuela. O los niños de Peter Pan, para jugar contigo. En ese armario tal vez hay monstruos pero, cariño, también puede que haya hadas, princesas de cuento, animales que hablan, piratas, robots, superhéroes… Si hay de lo uno, habrá de lo otro, ¿no?
Martina ya no está acurrucada, y mira a Mamá fijamente con ojos brillantes y la boca muy abierta.
-A lo mejor el monstruo está peleando con los piratas.
-A lo mejor.
-O secuestrando princesas.
-O jugando con ellas…
-¡Las princesas no juegan con monstruos! –Dice Martina riendo. Mamá la abraza fuerte y le coge de las manos.
-Voy a cambiarme de ropa. Luego vendré a apagarte la luz, ¿vale princesa?
La pequeña asiente y se tapa con las mantas. Pero cuando su madre sale del cuarto, Martina baja de la cama y abre el armario de par en par. Ha decidido que, desde ese día, va a dormir con las puertas abiertas. Porque de su armario podrán salir las cosas más horribles del mundo, pero también las más maravillosas. Y es que a veces merece la pena asumir riesgos, porque Martina tiene claro que todas esas cosas buenas son infinitamente mejores que todo lo peor que pueda pasarle.
Y nunca más tuvo miedo.

jueves, 13 de enero de 2011

Neutral

-Por favor, dímelo. Tú en esto se supone que eres neutral, así que dime: ¿qué tiene él que no tenga yo?
-¿Tengo que enumerartelo todo o te valen 6 o 7 cosas?