martes, 5 de agosto de 2014

Leche con recuerdos

Anoche me calenté un vaso de leche y le eché Cola  cao. Mucho. Tal vez demasiado, porque no me sabía a Cola cao. Sabía a tu casa. Sabía a cuando me hacía uno antes de acostarme o para sentarme contigo en el sofá y ver una peli de esas que te sacabas de la manga en un intento de aumentar mi cultura cinematográfica (parte de la cual te debo).
Me supo a cuando me hacías cosquillas en los pies bajo la manta y yo acababa dándote una patada, involuntaria algunas veces, o a las peleas absurdas que teníamos las 24 horas al día por cualquier cosa. Quién se duchaba antes. Quién había dejado algo sin fregar. A quién le tocaba cocinar. La hora a la que habíamos quedado. Discutir era la base de nuestra relación, y lo echo de menos.
Y de verdad que jamás pensé que echaría de menos nada tuyo, pero aquí estoy, calentándome otro vaso de leche, a ver si este vuelve a saber a ti, para cerrar los ojos y volver a tu sofá durante algunos tragos.

viernes, 3 de enero de 2014

La última partida

Fue como una bomba. Como un golpe seco y conciso con un martillo. Una patada en lo más hondo de mi estómago. Un pinchazo, un calambre y un pellizco, todo a la vez. Como una bola de demolición contra mi muro de irrealidad. Alguien dijo algo y, de pronto, la idea apareció en mi mente.
Jamás volveré a jugar a las cartas contigo.

Nunca pensé que ocho palabras pudieran doler tanto.