jueves, 28 de mayo de 2009

Terapia de chocolate

-Bien, punto uno: deja de salir con chicas con nombres de tío.
-¿Perdona?
-Alex, Chus…
-Leo…
-Exacto, tenemos que corregir esa afición por lo masculino antes de que te enamores irremediablemente de mí.
-Tarde.
-Muy gracioso. Oye, a ver si vas a tener un lado gay reprimido…
-Lo dudo. Me gustan las mujeres más que el chocolate.
-Imposible. No hay nada mejor que el chocolate. Yo sería incapaz de hacer esa afirmación.
-Porque aún no has probado a un hombre de verdad.
-¿Los hombres de verdad saben a chocolate?
-Desde luego. Cuando quieras comprobarlo no tienes más que darme un bocado.
-Pues, ahora que lo dices, me está entrando hambre…

miércoles, 6 de mayo de 2009

Gestos

Había perdido la noción del tiempo. No sabía cuanto tiempo llevaba escondida, sollozando en silencio. No quería que nadie la viera, no quería romper a llorar explicando que ni siquiera ella sabía qué le pasaba.

Se lavó la cara, respiró hondo. Una más. Sólo una hora más y se podría ir a casa.
Se asomó al pasillo. No había nadie. Si nadie la veía salir de allí podría justificar sus ojos rojos por la alergia a la cantidad de polen que había en la calle. Pero al salir del baño le vio de frente. No podía mentir. Estaba delante, la veía con la cara hinchada y los ojos rojos, y ella no tenía justificación.
Tomó aire y se preparó para la tanda de preguntas.

Pero, en vez de eso, él la abrazo. Con todas sus fuerzas, con todo su amor. Y la calmó. Le frotó la espalda, le besó la frente y siguió su camino.

No lloró más en todo el día.
Y, aunque no hablaron nunca más de ese encuentro, desde ese día cuando él sonríe, algo dentro de Claudia se calma.

domingo, 3 de mayo de 2009

Mamá

Hace unos días me hicieron una simple pregunta:
“¿Qué recuerdos tienes de tu madre de cuando eras pequeña? Va, elígeme sólo cinco.”
Cinco. Sólo cinco. Pues bien, en ese momento no fui capaz de tener un solo recuerdo exclusivo de mi madre. Y es que, en realidad, de cuando era pequeña relaciono a mi madre con sensaciones, con experiencias generales, pero no con recuerdos completos. Y, al principio, esta sensación de no tener nada de mi madre me asustó… ¿qué clase de persona no recuerda nada de su madre? ¿Acaso yo no tuve momentos, experiencias, una tierna infancia con mi madre?

Pero, si me paro a pensarlo, hay infinidad de situaciones en las que mi madre está presente. Si cierro los ojos la veo planchando las faldas de pastoras la mañana de la fiesta de Navidad; la veo haciéndome cosquillas en la cara cuando no podía dormir, quedándose conmigo un rato cuando tenía una mala noche o una pesadilla.

Recuerdo los martes, que era la noche del pescado, pero, para compensar, mi madre se inventó que era el día de la semana que podíamos ver una película, y con eso mi hermana y yo nos olvidábamos de lo demás; cuando nos perseguía con la cámara de video y, cada vez que empezaba a grabar, nos pedía que dijésemos la fecha y donde estábamos, cosa que yo decía con un tono de “que pesada eres mamá, si aparece automáticamente al grabar”, tono que sigo manteniendo; la recuerdo bailando con sus hermanas la canción de “natillas Danone” en la cocina de casa de mis tíos, mientras mis primos y yo las mirábamos alucinados, igual que la recuerdo fingiendo su propio parto saliendo de una enorme bolsa de basura en la cocina de Hoyo, usando el cable del teléfono como cordón umbilical, aunque de eso hace sólo un par de años.

Son incontables las veces que pintamos con pinturas de dedo con esas camisetas viejas; que yo jugaba con plastilina en casa mientras ella cocinaba; o las que me llevaba a la cama en brazos porque me había quedado dormida en el sofá. Pero creo que el recuerdo más importante de mi madre tiene dos dimensiones, y es una foto que mi padre me dio cuando era pequeña de ella con un pequeño pueblo detrás, y con la que yo dormía cuando mi madre no estaba y yo la echaba de menos, aunque sólo faltara una noche.

Al final me di cuenta de que, por supuesto, tengo recuerdos de mi madre. Y muchos. Porque podría seguir con un montón de situaciones, unas tiernas, otras dulces, y otras que harían las delicias de cualquier cazatalentos en busca de un nuevo cómico, y es que mi madre es sobre todo eso, muy gansa, muy risueña, muy paciente y muy cariñosa. Por supuesto también tiene un montón de cosas que no me gustan, incluso que detesto, pero lo cierto es que ahora mismo no me salen, tal vez por que no es el momento de hablar de ellas, o porque son cosas de las que sólo te das cuenta cuando ocurren.Y porque, en realidad, la mayoría, sino todos, los recuerdos que tengo de ella son positivos y alegres.

Si hoy me volvieran a hacer esa pregunta, posiblemente me quedaría de nuevo en blanco, aunque ahora se que no se debe a que no tenga recuerdos concretos, sino más bien a que tengo tantos que se bloquean unos a otros.

Gracias mamá.