miércoles, 29 de septiembre de 2010

Irresistible

-No has dicho nada de mi cambio de look.
-Ya sabes lo que opino de las rubias.
-Mmm… No. ¿El qué?
-Me parecen irresistibles.
-Ah…
-Aunque a ti no te hace falta teñirte el pelo para eso.

lunes, 20 de septiembre de 2010

De par de mañana

El timbre de la puerta despierta a Dani, que abre un ojo y mira el reloj. Son las 11:24 de la mañana. Y es domingo. No puede ser nada importante y, sin embargo, vuelven a llamar. Lentamente, Dani se levanta y se pone la camiseta mientras se dirige a la puerta. Al otro lado siguen llamando, cosa que le desespera.
-Va, ¡va!
Al abrir la puerta se encuentra con Pablo, que entra en casa hecho una furia y se pone a caminar por el salón dando gritos.
-Está con alguien. Con un tío, seguro. Se ha pasado la noche fuera diciendo que estaba en casa de una amiga, pero sus amigas estaban anoche en El Barco y ella no estaba. ¿Qué coño se cree, qué soy idiota? Esta niña me vacila, Dani, se cree que soy idiota.
Dani se frota los ojos y se le queda mirando.
-“Buenos días Dani, ¿puedo pasar?” “si, claro tío, ¿pasa algo?” “no, quería hablar un momento contigo”…Qué tiempos aquellos, cuando la gente explicaba de qué hablaba antes de ponerse a gritar gilipolleces en mitad de tu salón a las 11 de la mañana.
Pablo se para de golpe.
-Lo siento, tienes razón. Perdona. –De pronto se da cuenta de la cara de su amigo y de su pelo despeinado.- No me digas que estabas durmiendo.
Dani cierra la puerta de la calle y se sienta en el sofá.
-Pues si, pero bueno, da igual. ¿Se puede saber qué te pasa? ¿Quién está con quién?
-Andrea.
Al oírlo, Dani pone los ojos en blanco.
-Ya estamos otra vez. Pablo, por favor, que es muy temprano.
-Joder, es que tú no lo entiendes. Se ha pasado la noche fuera con vete a saber tú quién haciendo vete a saber tú el qué.
-Pues lo que hacías tú a su edad. ¿Has desayunado? –dijo acercándole un tarro con galletas. Pablo las rechazó con la mano.
-Tengo el estómago cerrado, llevo toda la noche pensando dónde puede estar.
-Estás enfermo. ¿Me estás diciendo que no has dormido nada?
-Anoche salí y no la vi, y al volver a casa no estaba…y no he podido dormirme. Por cierto, ¿dónde te metiste tú?
Dani se le dio un mordisco a la galleta antes de contestar.
-Salí con un grupo de amigos, dimos una vuelta… Pero esa no es la cuestión. La cuestión es que no puedes ser la sombra de tu hermana. Por Dios, Pablo, que tiene casi 20 años.
-Es una cría.
-Pero tiene edad suficiente para usar la cabeza, ¿no?
-Entonces ¿por qué me miente diciendo que se va con sus amigas?
Dani empezó a desesperarse.
-Porque así te mantiene callado. Mira, no te va a contar lo que hace de verdad si no dejas de montarle un pollo cada vez que sale de casa. Que no eres su padre.
Pablo suspiró.
-Tal vez tengas razón.
Dani le puso la mano en el hombro y le condujo hacia la puerta.
-Hazme caso: vete a casa, descansa. Y cuando veas a Andrea pregúntale, si quieres, pero por encima, con calma. No la interrogues, ya te lo contará ella lo que quiera contarte. Seguro que lo de sus amigas tiene una explicación.
-¿Por qué me da la sensación de que me estás echando?
-¡No te estoy echando! Es sólo que… es muy temprano, y tengo sueño…y… Y si, te estoy echando.
Pablo reacciona de golpe.
-¡Joder! ¡No estás solo! Habérmelo dicho antes, habría ido a comerle la cabeza a otro.
Dani le quita importancia.
-Da igual, tampoco es para tanto.
-Oye, ¿la conozco? –dice Pablo mientras vuelve para dentro y empieza a cotillear buscando una pista. Dani le para antes de llegar al pasillo y empieza a empujarle dirección a la puerta.
-No, no la conoces ni la vas a conocer. Ahora vete y descansa y déjame a mi con lo mío.
Pablo se para en al puerta y le mira, ahora con gesto divertido.
-¿A quien tienes ahí dentro, que tanto ocultas?
-A tu hermana, no te jode. Anda, déjame en paz, luego te llamo.
-Vale, vale, ya me voy… Encima que vengo a verte prontito para que te cunda el día…
Dani cierra la puerta mientras se ríe y resopla, aliviado. Por la puerta de la habitación, de puntillas, sale Andrea.
-¿Crees que se huele algo?
-Si se oliera algo no estaríamos aquí –dice Dani acercándose a ella. La agarra por la cintura y le da un beso en la frente.
-¿Y no se lo vamos a decir nunca? Con cualquier otro se enfadaría, pero contigo… Si eres su mejor amigo.
-Pues por eso, Andy, por eso. Como se enteré en un mal momento él se quedaría sin amigo, pero creo que tú te quedarías sin novio. Se lo diré, de verdad, pero espera a que se calme un poco.
Ella sonríe y entrelaza las manos tras su cuello.
-Te doy una semana. Si no se lo dices tú, lo haré yo. Total, yo creo que la sobreprotección no se le va a pasar nunca, así que posponerlo más me parece absurdo.
-Ay, Dios mío. Es que mira que hay mujeres… y tener que enamorarme de ti… hay que ser suicida.
Andrea sonríe, le coge de la mano y le va arrastrando hacia el dormitorio.
-No fue culpa tuya, es que no pudiste evitarlo: soy la única mujer en el mundo con la que no deberías estar. No hay mayor tentación que esa. Bueno, mi atractivo natural también colaboró… pero de forma secundaria. Puedes decirle eso a Pablo: la culpa es tuya por hacer creer que tu hermana era intocable.
-Si el digo eso, me mata.
-Te va a matar de todas formas… así que vamos a disfrutar mientras podamos. –Enreda sus manos en el pelo de Dani y le dice al oído- Porque, tenlo claro: no pienso salir contigo después de que mi hermano te dé una paliza.
Cómo respuesta, Dani le hace cosquillas y ambos caen, riendo, sobre la cama.
-Te quiero –susurra Andrea.
-Lo sé –añade Dani, con ternura, antes de volver a besarla.

sábado, 11 de septiembre de 2010

Dejarse llevar

La risa contenida de Ana rompió el silencio nocturno. Se deshizo de la chaqueta y el bolso dejándolos tirados en la puerta del jardín y se dirigió a la piscina con la botella en la mano. Detrás iba Raúl, tan protector como siempre, que la observaba con una sonrisa en los labios mientras ella bailaba al son de su propio tarareo. Mientras le daba un trago a la botella, Ana se le quedó mirando. Estaba preciosa, con el pelo completamente suelto y un hombro al descubierto. Bajó la botella y se la acercó a Raúl.
-¿Qué pasa? ¿Quieres un trago?
Raúl cogió la botella mientras ella se limpiaba la boca con el brazo.
-Que femenina que eres a veces.- Añadió con sorna antes de beber.
Ana le hizo una mueca y se dio la vuelta para seguir bailando. Se movía con cierto estilo, a pesar del exceso de alcohol y del tamaño de sus tacones. De pronto se paró y miró a Raúl con mirada traviesa. Él se echó a temblar: conocía esa mirada.
-¿No te apetece darte un baño?
Lo veía venir.
-¿Ahora? ¿Con este fresco?- Raúl intentó alejarla del bordillo-Quita, quita, que ahora te mojas y te resfrías…
-Joder, que pesado te pones, sólo tú te preocupas por un resfriado en una situación así. Mira, -dijo señalando el centro de la piscina, donde se reflejaba una gran esfera blanca- hasta la Luna se está dando un bañito.
-A ver, Ana, siéntate aquí conmigo y relájate, que llevamos una noche fina los dos y lo único que nos falta es volver calados a casa.
-Pues precisamente por eso, estoy cansada de darle vueltas a la cabeza. Me apetece un baño, me lo doy. Así de simple.
Apuró lo que quedaba de la botella y se bajó de los tacones. Raúl empezó a dar la situación por perdida.
-Que sepas que yo no pienso meterme ahí.
-Ese es tu problema: que piensas demasiado las cosas. Pensar es aburrido, lo divertido es, simplemente… dejarse llevar.
Y, dicho esto, se quitó el vestido, se lo arrojó a Raúl y se tiró de cabeza al agua.
-Está buenísima, no sabes lo que te pierdes.
“Claro que lo sé”, pensó Raúl, “hasta la Luna parece estar disfrutando.”
Y, de pronto, se olvidó del frío, de los problemas y de la hora que era. Se quitó los zapatos, se desabrochó la camisa y, simplemente, se dejó llevar.