Decía un sabio llamado Logan Echolls (y con “sabio” me
refiero al personaje de una serie de televisión del que me declaro fan y
pretendiente) que nadie escribe canciones sobre los amores fáciles, y es
verdad. Yo estaba el triple de inspirada cuando la vida era más difícil y tenía
algún problema sentimental. Cuando todo está bien, o cuando simplemente está en
calma, las musas huyen.
Quizás haya un poco de egocentrismo en todo esto, ya que si
tu vida está en orden te da mas tiempo para centrarte en los demás y en sus
problemas, te ofrece tiempo para ayudarles a gestionarlos o para escribir sobre
ellos. Sin embargo, lo fácil es escribir sobre el dolor propio, no sobre el
ajeno o, si me apuras, el que creamos por simple amor a la ficción. No nos
gusta inspirarnos en historias de otros, porque lo que escribimos debe de salir
de dentro, porque no sabemos contar otras vidas que no hemos vivido, o nos
gustaría vivir, o creemos saber vivir.
Yo creo que antes no era así. Antes no necesitaba un modelo
de desamor para sentarme a contar una historia, pero lo cierto es que estoy en
blanco desde hace tiempo en lo que a relatos se refiere, y nada podría darme
más rabia. Me da la sensación de que todo lo que se me ocurre es aburrido,
clásico, recurrente, viejo y/o poco original. Es complicado dar con el nudo
para una historia cuando estás en standby emocional, y lo único que eres capaz
de crear son historias planas, sin profundidad, y eso desemboca en que se te
olvide ligar una palabra con la siguiente y empieces a no saber narrar de forma
interesante ni cómo has comprado el pan esa mañana.
Quién lo iba a decir, al final el caos es mucho más útil que
el orden. La vida es más entretenida con
cierta chispa de emoción. Como
decía Barney Stinson, personaje
de otra famosa serie televisiva, “maybe I don't want to be saved the trouble. Maybe I want the
trouble.”
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