Estos tres últimos días mi cerebro ha decidido torturarme, y
ha elegido el único ámbito en el que no puedo controlarle: los sueños. Cada
noche lloro de alegría porque nos encontramos y me echo a tus brazos, nos abrazamos
fuerte, como si no nos fuéramos a separar al despertar.
Un día podría soportarlo, pero cada noche el sueño se
repite, y cuando abro los ojos me parece más bien una pesadilla, porque la
consciencia pierde sentido después de verte de nuevo.
No necesito a un experto para saber lo que significa: que te
echo de menos. Que me gustaría seguir despidiéndome en vez de estar aquí, sola,
sin ti. Una despedida eterna en la que nunca dijésemos adiós.
Pero la realidad es que no puedo abrazarte, a pesar de ser
lo que más quiero en el mundo ahora mismo. Por el momento tengo que seguir adelante,
afrontando lo que venga y viviendo mi aventura. Eso sí, ten por seguro que
cuando acabe y finalmente nos reunamos, lo sentirás en los pulmones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario