domingo, 6 de junio de 2010

Para siempre

Martín juguetea con el musgo de la roca sobre la que está sentado con las piernas cruzadas. El sol se está a punto de ponerse y, en un rato, él y Luis tendrán que irse a casa. Pero esta vez no es una despedida cualquiera; lo de hoy no es un “hasta mañana”, como lo lleva siendo 7 años. Martín arranca el musgo y mira a Luis, que hace dibujos en la hierba con un palo.
-Es que no lo entiendo –dice con tono triste. -¿por qué te tienes que ir? ¿Es que a tus padres ya no les gusta vivir aquí?
-Eso pensé yo también, pero mamá está también muy enfadada, y papá dice que la culpa es de su jefe por mandarle a trabajar tan lejos. Pero mamá me ha prometido que nos irá muy bien, que tendremos una casa nueva y que haré muchos amigos, aunque yo ya le he dicho que me gusta esta casa y mis amigos de siempre…

Silencio. El sol empieza a meterse ya entre las montañas, pero ninguno de los dos quiere irse. Entonces, Martín tiene una idea.
-Oye, si eso no te gusta… o si no haces tantos amigos o algo así podrías… podrías volver. ¡Seguro que mis padres te dejarían dormir en la cama que hay en mi cuarto! –¡Es una idea perfecta! ¿Cómo no se le habrá ocurrido antes? Así, Luis y él sería hermanos y no tendrían que dejar de jugar cuando se hiciera de noche. Pero Luis no lo ve tan claro.
-Ya… pero mis padres me echarían mucho de menos.
-¿Y crees que yo no te voy a echar de menos? –dice Martín, algo enfadado. ¿Es que no se da cuenta de que es una solución perfecta?
-Si, y yo también te echaré de menos a ti. Pero mis padres no son tan fuertes como nosotros, y seguro que se pondrían muy tristes. Yo también estoy triste, pero sé que volveremos a vernos y eso me alegra un poco.
-¿Ah, si? ¿Y eso como lo sabes, listo?
-Porque eres mi mejor amigo, y los mejores amigos nunca se olvidan, ya veces vuelven y se ven en verano. Y cuando seamos mayores podremos ir a vernos en coche y quedar para nadar en la playa, en la zona de las rocas donde no se puede nadar con flotador.
-¿De verdad? ¿Vendrás a verme? ¿Aunque hagas otros amigos y vayas con ellos a contar hormigas y a jugar a los exploradores?
-De verdad. Te lo prometo.
Los dos niños se abrazan y el sol se oculta del todo tras el horizonte, levándose una etapa de sus vidas y forzándoles a hacerse un poquito más mayores. Como buenos chicos, como siempre, se encaminan hacia el pueblo y, al llegar al cruce del nogal se separan.
-Bueno… pues entonces ya nos veremos.
-Claro, ya nos veremos.

Y los dos caminan hacia sus casas, en direcciones opuestas. Una lágrima asoma al ojo de Martín y, justo en ese momento, Luis le llama a gritos.
-¡Martííííín! ¡Que se me olvidaba! ¡No lo olvides: somos mejores amigos del alma! ¡Para siempre!
Martín levanta los dos brazos en señal de victoria, como hicieron el día que ganaron las carreras de bicis y se prometieron amistad eterna, y grita:
-¡¡Para siempre!!
Y, a pesar de la falta de luz, puede ver perfectamente como Luis le saluda y le sonríe, justo antes de darse la vuelta y desaparecer… pero sólo por algún tiempo.

3 comentarios:

g0min0las dijo...

Qué historia más triste, tierna y alegre a la vez. Qué de sentimientos en un mismo texto. Qué genial, :)

Te he dejado un premi0 en el bl0g.

¿Qué tal? ¿Cómo van tus exámenes?

¡Un besazo!

Ana dijo...

Jo, qué bonito jeje Aunque da penita pero es muy linda a la vez :)

g0min0las dijo...

Hello, Lucy!

¿Qué tal las notas de Selectividad allá por Madrid? ¿Cómo le fue a tu hermana? ¿Han subido mucho? Illa, me da mucho miedo, seguro que la he liado parda...

¡Un besazo! ¡Y gracias de antemano!