martes, 29 de diciembre de 2009

Lucy in the sky

-¿Desde cuando te gusta que te llamen Lucy?
-¿A mi? Desde nunca… En fin, es la versión de mi misma que menos me gusta.
-Entonces ¿a qué viene el nombre de usuario del blog?
-Ah, eso… Es una canción de los Beatles.
-Ya, eso me lo puedo imaginar. Pero tú nunca has sido una gran fan de los Beatles.
-No lo soy… verás, mi mejor amigo cuando era pequeña me llamaba así, “Lucy in the sky”. Iba siempre todo seguido y a veces me cantaba la cancioncilla entera: Lucy in the sky with diamonds... Yo no había oído la canción en la vida, y creo que él tampoco, pero debió de escucharla en algún sitio, alguien la cantaría y él se acordaría de mí… y con ella me quedé. Tanto me marcó que así fue como le firmé la escayola cuando se rompió el brazo en 4º de primaria.
-¿O sea que a partir de ahora te puedo llamar Lucy?
-Creo que él es el único que me llama así sin molestarme… Tampoco es que yo le haya dicho nunca que me molesta, la verdad. Y lo curioso es que luego oí la canción y no es ni siquiera una de mis favoritas de los Beatles.
-Pues hija, no lo entiendo.
-Ya, yo tampoco. Son esas particularidades que surgen cuando conoces a alguien desde los 4 años.

domingo, 20 de diciembre de 2009

Amor de tortuga

Enamorarse en inglés, para el que no lo sepa, es to fall in love, lo que, traducido literalmente, queda como caer en el amor. Y eso es lo que hacemos al enamorarnos: caer. Caer en una trampa, en un agujero… Simplemente caer. Y nos quedamos tendidos en el suelo, sin poder levantarnos. Como cuando una pobre tortuga se queda boca arriba, que no puede incorporarse, ni darse la vuelta por si sola. Necesitamos ayuda, o nos pasaremos un buen rato ahí, intentando inútilmente levantarnos, dando patadas al aire y esforzándonos por lograr lo imposible.
¿Por qué, entonces, dicen que el amor es el mejor sentimiento del mundo? Bueno, porque cuando te caes acompañado la cosa cambia. De estar tirado sólo boca arriba de forma patética pasas a estar junto a otra tortuguita… y al miraros los dos, ambos tumbados boca arriba, os reís, el uno del otro y el otro del uno, con risas de complicidad y alegría. Eso es lo bonito. Reírse de uno mismo y caer de la mano de otra persona. Enamorarse, cuando es cosa de dos, es fabuloso. Cuando sólo le pasa a uno, ya no tanto. No es agradable sentirse sólo y ridículo en el suelo, ni ver a otro boca arriba sabiendo que eres tú quien le impide levantarse, o, y esto si que duele, creer que estas tirado boca arriba con alguien…pero el otro no quiere estar ahí, o en realidad se ríe mas de ti que contigo.

Eso somos, creo yo, tortuguitas que se caen, a veces acompañadas, a veces solas. A veces la caída duele, o, incluso, algunos se rompen en caparazón de formas casi irreparables. Pero no podemos negar que el momento de estar en el suelo, tirados, riéndonos de nosotros mismos, es una de las mejores sensaciones del mundo. A veces merece la pena caer.

domingo, 13 de diciembre de 2009

Protagonistas

-¡Jo, a veces me gustaría vivir en una película! Con esos protagonistas perfectos y esos finales felices… Incluso los finales tristes quedan poéticos, y no patéticos.
-Pero, alma de cántaro, ¿no te das cuenta de que cada uno es protagonista de su propia película?
-No te pongas profundo… Yo, como mucho, sería secundaria en una serie de televisión. De esas que están para rellenar y que tienen una frase cada 3 capítulos. No creo que mi vida de para más.
-Ya. Seguro que Julieta pensaba lo mismo justo antes de conocer a Romeo…

martes, 8 de diciembre de 2009

Fuimos, apenas somos y tal vez no seremos nunca.

Es curioso.
En su momento no le contó nada de lo que sentía por él porque había una posibilidad de que no se lo tomara bien, de que se distanciaran. Podía ser que su relación se enfriara, que dejasen de ser ellos mismos y pasaran a ser desconocidos, que no hablasen como lo hacían hasta entonces y que no se rieran de las mismas cosas. Así que enterró cualquier sentimiento que pudiera albergar e intentó seguir adelante.
Y ahora se da cuenta de que habría dado igual, porque ya no se ven, apenas hablan y desde luego que su relación ya no es la que era. Podría haberle confesado todo y haberse liberado y quitado un peso de encima, porque igualmente habrían dejado de ser amigos, compañeros, confidentes, o lo que quiera que fueran o hubieran sido. Hablaban, si, pero ya no era como antes, ni mucho menos.
Tal vez aquello fue un aviso. Cuando ella empezó a separarse de él por no sentir nada más empezó a provocar el final. O tal vez fue él al notarla rara. O tal vez fue, simplemente, porque la vida es así, y hace que la gente entre y salga de tu vida, sin más. Habían sido el apoyo del otro durante un tiempo… y por lo visto eso había sido todo, y nadie había tenido la culpa. O si, quien sabe. Al fin y al cabo, ¿somos nosotros quienes elegimos los que pueden formar parte de nuestra vida, o, como mucho, podemos acercarnos o alejarnos dentro de unos límites que se nos ofrecen?

Ellos, desde luego, ya no eran los de antes. Y puede que nunca lo volvieran a ser.
Y lo más complicado era que Claudia no estaba segura ni siquiera de si le echaba de menos… o apenas notaba su ausencia.

jueves, 3 de diciembre de 2009

Promesas imposibles

Él le prometió la Luna y el Sol. Le prometió que brillaría más que las estrellas y que la querría como nunca jamás se había querido a nadie. Le juró amor eterno, y le dijo que, pasara lo que pasase, siempre estaría a su lado.

Y al final se quedó sólo por prometer lo imposible.