lunes, 31 de octubre de 2011

Calló de pronto. Se dio cuenta de que la única que hablaba era ella, y no quería resultar pesada.
-Perdona, -dijo con pudor- llevo más de 20 minutos hablando sin parar sobre mí. Lo siento.
Él le dedicó una sonrisa cálida. Cálida y sincera.
-No importa. Me gusta escucharte hablar. -Dio otra calada a su cigarrillo.- Sigue, acaba la historia. Ya hablaremos de mí luego.
Fue en ese momento en el que ella se dio cuenta de la suerte que tenía, y de lo mucho que iba a quererle.

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