La casa está llena de gente. Siempre ocurre lo mismo cuando organizan estas fiestas: invitas a unos amigos, que invitan a unos amigos... y al final el salón se desborda. Hay tanta gente que Marta y Nerea pueden hablar de él sin preocuparse de que las oiga nadie. Entre el volumen de la música y el nivel de alcohol que empieza a reinar en el ambiente nadie les presta especial atención.
-Entonces, ¿qué? ¿Vas a decirle algo?- pregunta Marta antes de darle un sorbo a su copa.
-Es que… se me da mal hablar de esto.
-Pues no le hables; mándale indirectas: una sonrisa, un gesto, se amable, coquetea… Venga tía, ¡que pareces nueva! Además, te he visto hacerlo mil veces.
Nerea apoya su hombro en la pared mientras le ve a lo lejos, por encima de Marta, hablando con dos amigos.
-Ya, pero nunca me había puesto tan nerviosa, y eso me preocupa. No quiero irle de frente porque diré lo que no debo y acabaremos discutiendo.
Marta sonríe para dar ánimos a su amiga. Se nota que está como un flan, pero claro, el chico le gusta y no puede dejar que se vuelvan a entrometer.
-Hazme caso,- insiste- indirectas. Si es un tío listo, lo pillará.
Iván, que está justo detrás de ellas rellenando la cubitera, sonríe al oír esto último y se acerca con un plato de aceitunas.
-Si queréis mi humilde opinión masculina, los hombres no entendemos las indirectas. Y menos aún en este caso, que hay un pasado turbio y confuso.
Marta le mira, cada vez más confundida.
-Entonces, ¿qué hago?
-Ahuécate el escote, insinuaté, haz todos los comentarios posibles con doble sentido mirándole… Y si todo eso falla, metete en su cama antes de acabe la fiesta. Por si acaso, su cuarto es del final del pasillo a la izquierda. El de la derecha es el mío.
Marta se mete de por medio antes de que siga hablando.
-Ni le escuches Nerea.
Ella duda.
-¿Sabes qué es lo peor? Que fijo que esas cosas funcionarían.
-Conmigo, seguro.- Añade Iván. Y se aleja mirándolas mientras se mete una aceituna en la boca.
Nerea suspira.
-Pues si que me habéis ayudado. Entonces, ¿qué? ¿Le hablo? ¿Me insinúo? ¿Le enseño una teta?
Marta apura su copa y sentencia:
-Tú hazme caso y prueba con las indirectas… que yo voy a meterme en la cama de Iván.- Nerea la mira sorprendida mientras ella se aleja descarada y, justo antes de desaparecer entre la multitud, se gira -Ha dicho que es la de la derecha, ¿no?
Ambas se sonríen.
11 horas después, con algo de resaca y la cara lavada, vuelven a encontrarse en la misma cocina.
Y la sonrisa, esta vez, es aún más grande.
-Entonces, ¿qué? ¿Vas a decirle algo?- pregunta Marta antes de darle un sorbo a su copa.
-Es que… se me da mal hablar de esto.
-Pues no le hables; mándale indirectas: una sonrisa, un gesto, se amable, coquetea… Venga tía, ¡que pareces nueva! Además, te he visto hacerlo mil veces.
Nerea apoya su hombro en la pared mientras le ve a lo lejos, por encima de Marta, hablando con dos amigos.
-Ya, pero nunca me había puesto tan nerviosa, y eso me preocupa. No quiero irle de frente porque diré lo que no debo y acabaremos discutiendo.
Marta sonríe para dar ánimos a su amiga. Se nota que está como un flan, pero claro, el chico le gusta y no puede dejar que se vuelvan a entrometer.
-Hazme caso,- insiste- indirectas. Si es un tío listo, lo pillará.
Iván, que está justo detrás de ellas rellenando la cubitera, sonríe al oír esto último y se acerca con un plato de aceitunas.
-Si queréis mi humilde opinión masculina, los hombres no entendemos las indirectas. Y menos aún en este caso, que hay un pasado turbio y confuso.
Marta le mira, cada vez más confundida.
-Entonces, ¿qué hago?
-Ahuécate el escote, insinuaté, haz todos los comentarios posibles con doble sentido mirándole… Y si todo eso falla, metete en su cama antes de acabe la fiesta. Por si acaso, su cuarto es del final del pasillo a la izquierda. El de la derecha es el mío.
Marta se mete de por medio antes de que siga hablando.
-Ni le escuches Nerea.
Ella duda.
-¿Sabes qué es lo peor? Que fijo que esas cosas funcionarían.
-Conmigo, seguro.- Añade Iván. Y se aleja mirándolas mientras se mete una aceituna en la boca.
Nerea suspira.
-Pues si que me habéis ayudado. Entonces, ¿qué? ¿Le hablo? ¿Me insinúo? ¿Le enseño una teta?
Marta apura su copa y sentencia:
-Tú hazme caso y prueba con las indirectas… que yo voy a meterme en la cama de Iván.- Nerea la mira sorprendida mientras ella se aleja descarada y, justo antes de desaparecer entre la multitud, se gira -Ha dicho que es la de la derecha, ¿no?
Ambas se sonríen.
11 horas después, con algo de resaca y la cara lavada, vuelven a encontrarse en la misma cocina.
Y la sonrisa, esta vez, es aún más grande.